Diario de prácticas (I)

He llegado a Mequinenza después de un largo viaje desde Torino, Italia. Lo primero que vi fue el río, y ya me imaginaba tomarme el baño (aún no sabía que había siluros de 2 metros nadando alegremente adentro) o tomar un viaje en barco.  Antes de venir, nunca había escuchado hablar de Mequinenza y no sabía nada de este pueblo. Descansé en la que será mu nueva casa y el día siguiente me fui a los museos de Mequinenza, lugar que veré a menudo durante el próximo mes. No sabía que esperarme, pero Javier empezó a contarme de la historia de este pueblo y algunas anécdotas: como las calles que se enumeran en orden alfabético, el señor que está listo, en su barco, para ir a recuperar las pelotas que terminan en el río durante los partidos de fútbol y una sirena que suena a la 1 de la tarde en la plaza, que parece a una alarma (si no me lo hubiera dicho, habría pensado que estábamos bajo ataque.).  Descubrí que la ciudad que veía desde el coche, no siempre había sido así, sino que una vez los ciudadanos vivieron en sus casas en el pueblo viejo, y luego se vieron obligados a irse.  

Me impactó mucho escuchar a la gente hablar con voces nostálgicas y tristes, sobre mudarse y ver sus hogares destruidos, una fractura no deseada. He visto este sentimiento bien representado en las obras de Jesús Moncada (que nunca había escuchado, pero ahora voy a leer alguno de sus libros), donde a la gente le faltan piezas, como para simbolizar partes faltantes o perdidas de la identidad. Y también la frase delante las ruinas de su casa: 

“Enruna-la si cal
Però sense escarnir-la.
El que els teus ulls prendran per argamassa i pedra
És dolorida pell d’uns altres dies;
Allí on no sentiràs sinó el silenci
Nosaltres hi escoltem les antigues paraules»

(Esta frase también me hizo darme cuenta de que entiendo muy poco catalán, espero aprender algo en un mes.)

Después fuimos al museo de la mina y con casco en la cabeza entramos. Donde yo vivo (Centallo, para ser preciso se llama el pueblo) no tenemos minas, así que fue una nueva realidad descubrirla.  Escuché sobre las condiciones de trabajo de los primeros mineros, las inexistentes condiciones de seguridad (a excepción del super pañuelo para proteger el cabello y mantener los cigarrillos), vi una máquina rusa utilizada para hacer las minas(¿cómo llegó en Mequinenza?). Dentro hacía un poco de frío y se sentía un poco sofocante, así que no puedo imaginar cómo los trabajadores lograron pasar 8 o 10 horas extrayendo carbón, en un lugar aún más pequeño y cerrado que el que estuve durante una hora. Salimos y volví a la realidad de hoy de Mequinenza, con la vista del rio y el sol pegando fuerte. Esto fue aproximadamente mi primer día, no puedo esperar para descubrir el pueblo nuevo (especialmente la piscina) y subir al castillo para disfrutar de la vista (que descubrí que lamentablemente está cerrado en agosto). 

– Pamela